"El
insaciable apetito de los blancos devorará la Tierra y dejará tras de sí sólo
desierto". (Jefe piel roja Seattle, 1865. EEUU)
El agua dulce,
elemento vital para la subsistencia del hombre, es motivo de rituales en
diferentes puntos del planeta, especialmente en estos días cuando el cambio
climático está secando ríos, lagunas y deshelando los glaciares. Por esta
razón, el líquido elemento también viene siendo causa de guerras y hasta
se sostiene que comenzó una guerra mundial por el control del más grande
reservorio del planeta.
Aquí en Cusco
Perú se celebra en el mes agosto "El pago del Agua y de la Tierra",
ancestral ritual para agradecer a la Pachamama, la Madre Tierra, reconocida por
su poder sobre todas las cosas, y pedirle que siga otorgando vida a los
hombres. Las ceremonias, que marcan el Año Nuevo Andino, se realizan a orillas
de lagunas, ríos y manantiales con ofrendas de hojas de coca, chicha de jora y
semillas de huayruro (semillas de la selva mística).
"Oh
hermoso ‘puquio’ (ojo del agua), oh maravillosa laguna, sigue suspirando día a
día para alimentar las nubes, y luego, convertidas en infinitas gotas de agua,
nos brindes la lluvia que regará la cosecha que alimentará al hombre, al que te
pido perdones por ensuciar tu reino, pero por favor no sigas llevándote la
nieve de las montañas", rezaba en quechua el curaca andino en una
ceremonia a 3.800 metros sobre el nivel del mar, y esta columnista presente en
ella se preguntaba si este sacerdote acaso sabía que el reino de estas
“minúsculas gotas” cubre el 71 por ciento de la corteza terrestre y que su
volumen se estima en unos 1.460 millones de kilómetros cúbicos.
Sin embargo,
entre un 94 a 96 por ciento se localiza en mares y océanos y solamente entre un
4 a 6 por ciento se distribuye en los depósitos subterráneos (acuíferos), en
los glaciares y nieves perpetuas, en lagos y ríos y en la humedad del suelo.
Es
comprensible el temor de los quechuas ya que el volumen de agua dulce de la que
dispone la humanidad es solamente de unos 90 millones de kilómetros cúbicos. No
es mucho si calculamos en relación a 6 mil millones de habitantes del planeta,
pero es suficiente para futuros cientos de años si cuidamos el vital elemento.
Uno de los
acuíferos más grandes del mundo se llama Guaraní y está ubicado en la llamada
Triple Frontera (Argentina, Brasil, Paraguay). Posee en sus entrañas más de
30.000 kilómetros cúbicos de agua dulce, y según los cálculos de los
científicos, tiene la capacidad para abastecer a seis mil millones de personas
durante unos doscientos años.
En el otro
extremo del planeta, en Rusia está, ubicado en Siberia el majestuoso lago
Baikal, llamado por los nativos buriatos "Baikal Océano", el Lago
Océano. Su profundidad máxima es 1,580 metros y su volumen de agua dulce es de
23.600 kilómetros cúbicos. En Australia se encuentra la Gran Cuenca Artesiana
con 20.000 kilómetros cúbicos de agua dulce. También hay acuíferos en los
Estados Unidos con 14.000 kilómetros cúbicos. En fin, todo indica que
aparentemente poseemos suficiente agua para no preocuparse sobre el futuro.
Sin embargo,
la realidad es diferente. Según los pronósticos de los científicos del Global
International Water Assessment auspiciado por las Naciones Unidas, en el 2030
"casi la mitad de la población mundial vivirá en áreas de estrés
hídrico". Dicen que se debe sobre todo a los cambios climáticos
causado por el calentamiento de planeta y la escasez de lluvia, especialmente
en África. Pero tampoco hay que olvidar que la globalización, que convirtió el
dinero en un dios del momento, aceleró el mal uso que damos al agua que nos
queda.
El lema de
nuestro Siglo XXI dice: “en la ausencia de lo sagrado, nada es sagrado. Todo es
para la venta”, lamentablemente, de paso contaminamos nuestra Madre Tierra sin
piedad, inundando ríos y lagos con desechos industriales contaminados, con
fertilizantes y con todas las inmundicias de las ciudades.
Tampoco hay que
olvidar el afán imparable de los poderosos que mantienen a la humanidad en
“guerras permanentes” o quieren sumergirla en el diabólico “caos controlado”
con el propósito de controlar y dominar los recursos naturales del planeta.
Preguntémonos ¿cuánta contaminación sufrió el río Danubio por el uso de
municiones con uranio empobrecido durante la guerra de la OTAN contra la
República Federal Yugoslava, y cuánto daño a la naturaleza hacen las llamadas
fuerzas aliadas en Irak, Afganistán, y ahora en Libia?.
Dicen algunos
estudiosos, entre ellos Juan J. Foundes que la guerra ahora no es solamente por
el oro negro sino también por el agua. Libia, en este contexto abrió la página
de la Primera Guerra Mundial por el agua dulce.
Resulta que
bajo el subsuelo de Libia hay más de 35.000 kilómetros cúbicos de agua dulce y
que la mayor acumulación de este líquido sagrado está en el acuífero de Piedra
Arenisca en la parte oriental del Desierto de Sahara, entre Libia, Egipto, Chad
y Sudán con más de 75.000 kilómetros cúbicos de agua. La supuesta “rebelión” en
Libia justamente empezó en la región donde no solamente hay reservorios de
petróleo sino el rico acuífero subterráneo.
El vecino
Egipto está bajo el total control de EEUU, Sudán está dividido en dos y la
parte controlada por el occidente contiene agua dulce. Chad está bajo control
francés y norteamericano. Entonces hay lógica en esta teoría de la Primera
Guerra Mundial por el Agua.
Extraño y
temeroso es nuestro mundo que con facilidad se ha librado de la lógica
ancestral y comenzó a destruir, en busca de la riqueza individual, la
naturaleza que es colectiva. Así se rompió el equilibrio entre el hombre y su
habitab, entre lo físico y lo espiritual. ¿Hay formas de hacerlo? Si existen,
pero para eso habría que reeducar al hombre a base de las antiguas tradiciones,
como por ejemplo las que mantienen los buriatos quienes viven en la región del
lago Baikal y consideran su Baigaal Dalai, Baigaal Nur (Océano – Lago) sagrado,
donde se origina la vida y donde viven sus dioses Uhan Lobson y su esposa Uhan
Dalai, protectores de mares, lagos y ríos.
En su honor
hacen sacrificio de peces y de productos lácteos, también salpican con leche al
Baikal donde viven los espíritus protectores de las cuatro partes del mundo.
Coincidencialmente el sacerdote quechua hizo lo mismo con chicha (zumo de
maíz), y salpicó con el dedo anular de la mano izquierda a los cuatro lados de
luz al cielo y la tierra. Al igual que los quechuas, los buriatos hacen sus
ceremonias para pedir a sus dioses la lluvia y consideran cada ojo de agua como
algo sagrado. Allí está prohibido lavar ropa, romper ramas de árboles, excavar,
hacer fogatas, tener malos pensamientos, acciones o palabras.
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