OSCAR UGAZ
Hace poco
estuve en una universidad latinoamericana dictando una conferencia sobre
negocios digitales a estudiantes de marketing y negocios. Hacía mucho que no
dictaba fuera de Europa. Como suele suceder, los alumnos se acercaron al final
de la ponencia.
La mayoría
pidió tomarse una foto. ("¿Y dónde la van a
poner?", preguntaba yo, "pues en Facebook"
respondían). Unos cuantos hicieron preguntas extensas sobre la exposición y
sólo uno pidió consejo sobre un proyecto de negocio en el que estaba
involucrado.
Hay que decir
que la universidad es privada, tiene nexos con importantes grupos industriales
y de negocios y entre sus credenciales se encuentra la formación de
emprendedores.
A partir de
una experiencia particular no se puede establecer
una generalización, pero me hizo pensar en la relación
entre universidad y emprendimiento y la desconexión que existe entre ambas
realidades.
En muchos
países latinoamericanos, donde las clases medias emergentes son cada vez
grandes y pujantes, el fenómeno del emprendimiento es cada vez más acentuado.
Algunos estudios indican que en países como el Perú, casi
un 20% de la población tiene una actitud progresista orientada al
emprendimiento y da mucha importancia a la educación siempre que esta sea
pragmática y lo suficientemente rápida para salir al mercado a producir lo
antes posible.
En curioso,
pero estos progresistas se encuentran en el mismo dilema en el que se
encuentran otros emprendedores alrededor del mundo y sobre todo en el sector de
la tecnología: debo
seguir estudios formales o lanzarme al emprendimiento directamente o al menos
lo más rápido posible.
Es lamentable
que en muchos de nuestros países, dependientes casi en su mayoría de industrias
extractivas o servicios de poco valor agregado, no tengamos un debate intenso
sobre educación y emprendimiento, ya ni siquiera digital. Sobre todo cuando
algunos de nuestros vecinos tienen una discusión abierta sobre estos temas y
hacen esfuerzos muy
concretos al respecto.
Hay un error
de concepto que quizás sea importante señalar y que surge del análisis de
emprendimientos tecnológicos: un proyecto de emprendimiento o "start
up", en el sector que sea, es una búsqueda por encontrar un modelo de
negocio que luego puede ser escalable. Es un proceso de ensayo error donde
ningún plan de negocios supera su primer contacto con la realidad. En el inicio
del emprendimiento es cuando mejor se aplica el viejo dicho de "el papel
lo aguanta todo".
El problema es
que la universidad o escuela de negocios tradicional está orientada
a formar a los gestores que las empresas de los sectores ya establecidos
necesitan. ¿Qué se enseña en estas instituciones? Pues una serie de habilidades
que son las necesarias para gestionar un modelo de negocio comprobado, maduro y
cuyo objetivo es mantener o incrementar su escala en el tiempo. Algunos
ejemplos:
Estrategia de
precios
Marketing de
producto / servicios
Ingeniería de
producto / servicios
Contabilidad
Gestión y
administración
Un
emprendimiento es por otro lado una búsqueda permanente por encontrar un
modelo. Un emprendedor necesita por tanto otras habilidades y conocimientos:
Testeo de
hipótesis y modelos de negocio diversos
Metodologías de
desarrollo ágil (inicialmente pensadas para desarrollo de software,
pero cuyos conceptos generales pueden ser aplicables a cualquier negocio)
Finanzas de
riesgo
Gestión
práctica
¿Están
nuestras universidades preparadas para esto? De ninguna manera. Incluso
muchas de las universidades en países desarrollados no lo están. Es
nuevamente el eterno dilema del innovador: formamos gente para las industrias
que dan dinero hoy. Pensar que esas industrias son de poco valor
agregado y que en el largo plazo pueden reducirse o desaparecer dejando a una
generación completa sin puestos de trabajo es hacer economía ficción.
Es una pobre excusa. Parte
de nuestro desarrollo a futuro es buscar formas de diversificar nuestras
economía y nuestras industrias. La educación está completamente aparejada a
esta búsqueda. Es momento de empezar a repensar políticas, currículos
contenidos de carreras y cursos o al menos, ser intelectualmente honestos y
dejar de presentarnos como promotores del emprendimiento cuando lo que formamos
son estupendos gestores de lo tradicional.
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